Parece ser que el vocablo asturiano sidra procede del griego sikera, que, a su vez, es una traducción que los escritores helenistas realizaron del hebreo.
Más tarde, el latín asume tal palabra como sicera y, a partir de ahí, se extiende por el orbe romano. Una vez llegado el vocablo a Asturies, éste empieza a pronunciarse como sidsra para terminar articulándose como sidra, o sidre, que es la variante oriental.
No obstante, no creamos que la sicera latina era, necesariamente, nuestra sidra actual, sino que hacía referencia a cualquier bebida alcohólica distinta del vino.
Pero, en fin, dejémonos de disquisiciones lingüísticas. Nadie duda de que la sidra es una bebida típica asturiana, diurética, refrescante, ligeramente embriagadora, colectivista y popular. Pero ese zumo fermentado de la manzana ha pasado por tantas vicisitudes a lo largo de los años que escribir su historia es escribir, cuando menos, parte de la historia de Asturias y, desde luego, gran parte de la intrahistoria.
Son numerosisimos los documentos a lo largo de la historia que nombran la sidra y los pumares (plantaciones de manzanos), recogiendo algunos de los más significativos para hacernos una idea de la importancia que tiene en la historia asturiana.
Se cree ya que lo llamado por Estragon (año 60 A.C.) el «zytho» pudiera ser ya la sidra:»…los astures beben sidra, vino tienen poco…», y asi lo atestiguan historiadores de renombre en la actualidad.
Asi como Plinio (23-79 D.C.) nombrando el vino de manzana que dice es «la bebida tipica del territorio». Ya en los siglos VIII ya IX son munerosisimos los documentos que nombran sidra y pumaradas.
El 25-11-781 en el acta de fundación del monasterio de San Vicente (el que daría origen a la ciudad de Oviedo) se nombran los pumares que se acompañan a dicha fundación.