San Juan, o San Xuan es mucho más que una onomástica en Asturias; es una noche única, especial y mágica que rescata del fondo de cada uno de los asturianos esa esencia celta que corre por nuestras venas.

El origen de esta celebración tiene mucho de misterio, y es ahí donde quizá surge ese halo de magia que se entremezcla con el olor a humo de las hogueras que pueblan cada pequeño núcleo habitado de Asturias cuando la luz de cada 23 de junio va llegando a su fin para darle la bienvenida a la noche.

Dice quizá la tradición más literaria que esta noche es la celebración de un amor; el del sol a la tierra; que en esta noche se resiste a abandonarla dando lugar a la noche más corta del año (así se creía hace siglos antes de que se precisase el solsticio de verano al 21 de junio). En honor a este amor se erigen hogueras que comienzan a arder justo al final de ese 23 de junio, cuando el día lanza su último aliento y nace con toda su fuerza el nuevo.

Muchas otras tradiciones se han ido uniendo a este rito pagano: los bailes alrededor de la hoguera, los baños en ríos y en el mar para tener salud durante el año, el lanzar deseos a la hoguera para que estos se cumplan o usar sus llamas y la fuerza purificadora del fuego para quemar lo malo.

También tiene su vertiente cristiana la celebración; y es que en este caso se atribuye la fecha al nacimiento de San Juan Bautista, y la tradición de las hogueras a la que habría encendido su padre Zacarías para celebrar el alumbramiento.

Sea como fuere y cual quiera que sea su origen, en Asturias estas fechas son un momento de celebración de nuestra cultura y de nuestra tradición; espacio reservado para que suene la música asturiana, para que silben las gaitas y truenen los tambores. Una fiesta en la que la sidra se convierte en la poción mágica, en la que los sabores de nuestra tierra para compartir en un mantel sirven para conjurar a trasgos, xianas y todos los seres mitológicos de nuestra cultura.

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